La fotografía macro -fotomacrografía, que dicen los lingüistas- siempre ha sido un mundo fascinante para propios y extraños. Desde que, siendo niños, vimos por vez primera en el colegio la piel de una cebolla a través de un microscopio, todos y cada uno de los mortales sufrimos una inexplicable fascinación por ver a tamaño gigante lo que, en la realidad, tiene un tamaño mínimo. Puede que la macrofotografía nos guste por el simple hecho de ver algo que normalmente no apreciamos a ojo desnudo, pero de lo que no hay duda alguna es de que la fotografía digital nos ha abierto las puertas a otro nuevo mundo del -casi- infinito universo fotográfico. Llamémosle macro; es ya un amigo.
Eduardo Parra, fotoperiodista.Ciertamente, es más que difícil encontrar a un aficionado a la fotografía al que no le apasionen las fotos en macro. Igualmente cierto es que, antes de la foto digital, era mucho más difícil encontrar un fotógrafo “de andar por casa” con fotos macro de su propiedad. En efecto, antes de la revolución digital el macro quedaba reservado para un puñado de elegidos con equipo especifico para ello. Y es que no debemos olvidar que, virtualmente, ninguna cámara compacta de las de antes –con película- contaba con opción macro de ninguna clase.
La fotografía macro propiamente dicha es aquella –entendemos- que nos permite obtener imágenes que, partiendo de una escala 1:1, aumentan la realidad hasta diez veces. Mas allá de esta relación de aumento, entramos en el mundo de la fotomicrografía, o fotografía con microscopio.
El modo macro en las cámaras digitales se suele catalogar empleando la distancia mínima de enfoque. Debido al extenso abanico de marcas y modelos, el modo macro puede oscilar entre 50 y un centímetro.
Un poco más lejos para estar un poco más cerca
Aunque la impresión que tenemos a la hora de hacer una foto en macro es que no cambia nada respecto a una foto “normal”, internamente la cámara sufre una serie de variaciones. Hacer clic en el botón macro de la cámara modifica la disposición de las lentes en el objetivo –las lentes se alejan del CCD-, el diafragma y la velocidad de obturación, e incluso puede afectar a otras variables tan dispares como el ISO o el flash si la máquina es totalmente automática. Tan extraño es este modo como parece, pero es también muy agradecido.
En la practica, la fotografía macro impone una serie de restricciones que pueden poner en jaque unos buenos resultados. Lo normal es que las cámaras digitales, en su afán de restar trabajo al fotógrafo, corrijan automáticamente todos los parámetros necesarios, pero hay que saber que algunas cosas no funcionan del mismo modo en modo auto que en macro. Así, las propiedades de perspectiva de las diferentes distancias focales pueden no presentarse tal como esperábamos, la velocidad de obturación puede tornarse bastante elevada y la profundidad de campo se reduce drásticamente.
Con la cámara en la mano
Repetimos hasta la saciedad –y aquí volvemos a hacerlo- que cada acción tiene un efecto secundario en este mundo fotográfico. En el modo macro, los efectos son variados, algunos leves y otros tremendamente importantes, tanto que si no tenemos cuidado podemos tirar por tierra todo nuestro trabajo antes de empezar.
El primer punto que tenemos que tener en cuenta es que el macro reduce la profundidad de campo hasta límites extremos. El minúsculo tamaño de los CCD que montan las cámaras digitales compactas nos permite –como sabemos- aumentar la profundidad de campo, y si para los retratos este aspecto era un duro adversario –no podíamos desenfocar el fondo- para las tomas macro se convierte en un poderoso aliado.
Los pequeños CCD montados en las cámaras digitales ofrecen una gran profundidad de campo en las fotos macro. Aun así, hay que vigilar con extremo cuidado la zona de enfoque para asegurar la toma.
Tendremos en consideración, también, que el hecho de poder fotografiar los detalles más bonitos de algunos objetos, lleva implícito el que saquemos también los defectos de los mismos, aumentados de tamaño y haciéndose mucho mas sensibles que en una toma normal. Igualmente, si no tenemos cuidado, un fondo que normalmente usaríamos para nuestros bodegones, como puede ser una cartulina, puede convertirse en una nefasta superficie porosa si no la desenfocamos lo suficiente.
Uno de los peores enemigos del modo macro son las imperfecciones del motivo. Todo mínimo defecto se verá aumentado y magnificado en la imagen final.
Cuando usemos luz ambiente, hemos de tener cuidado a la hora de colocar la cámara -y a nosotros mismos. Al modificar la posición relativa de la óptica con respecto al CCD, la velocidad de obturación se prolonga, por lo que es posible que necesitemos un trípode para evitar las vibraciones. Además, la cercanía de la cámara al motivo fotografiado puede arrojar antiestéticas sombras sobre el mismo que arruinarían por completo la composición de la toma.
La mínima distancia existente entre la cámara y el motivo a fotografiar no sólo dificulta el uso del flash; cuando prescindimos de él es fácil que nuestro propio cuerpo genere molestas sombras en la composición.
Para concluir, nos fijaremos en el uso del flash en este tipo de tomas. Salvo los flashes específicos para macro, los que van montados en el cuerpo de cámara compacta no están preparados para hacer destellos a distancias tan cortas, por lo que podemos encontrarnos zonas muy subexpuestas –en las que no llega el destello- y otras terriblemente quemadas.